Se da por bueno que fue Coca-cola, en 1956, quien utilizó por vez primera técnicas de publicidad subliminal, cuando James Vicary intercaló dos fotogramas en la proyección de una película en un cine de Nueva Jersey: Uno era de Coca-cola, y en el otro, un cesto de palomitas. Las ventas aumentaron un 18% en el caso del refresco, y un 58% en las palomitas. Si bien hay quien cuenta que se aumentó la temperatura de la sala, y en el vestíbulo se pusieron paneles promocionales, para «reforzar» la acción.
Pues parece que nada de todo esto es verdad, que todo es una farsa, y la agencia McCann ha usado esa historia, recreándola en la actualidad, para reírse del mito. Lo mismo ha sucedido recientemente con la fórmula del famoso refresco del que en los últimos tiempos hemos sabido que no lleva conservantes artificiales, pero nada nos han dicho del grado de cocaína u hoja de coca que la leyenda también le atribuye. Tal vez sepa algo de esto el único hombre en la tierra que conoce la fórmula exacta y que, en caso de que exista, a día de hoy no ha soltado prenda al respecto.
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